Rusia - Ucrania. Un mundo multipolar, en la fase imperialista del Capitalismo.
- Max Pérez
- 8 mar 2022
- 3 Min. de lectura
El conflicto entre Rusia y Ucrania puede ser abordado desde muchos lugares. Pensamos que, en el mejor de los casos, la mayoría de analistas y periodistas lo hacen sólo de una forma descriptiva vulgar, y -en otros- descaradamente se quiere ocultar el fondo del problema con distractores que ocultan la realidad.
Hace algunos años venimos caracterizando que el capitalismo se encuentra en agotamiento creciente y que no muestra signos significativos de recuperación desde la crisis del 2008. Este agotamiento ha abierto grietas sobre la hegemonía del imperialismo norteamericano y sus socios menores europeos. Este espacio ha sido ocupado agresivamente por el frente China/Rusia. China está concentrada en los negocios, en mejorar su aparato productivo, su tecnología y sus relaciones en el mundo entero, mientras que Rusia tiene como principal tarea ser el brazo armado, todo lo relacionado a lo militar.
Esto ha recolocado un tema que murió con la Unión Soviética ¿Es posible un mundo multipolar? Nosotros agregaríamos, para ser más precisos, ¿es posible un mundo multipolar en la fase imperialista del capitalismo?
Con el temor de romper los utópicos sueños de los socialdemócratas y de la pequeña burguesía de izquierda, o de derecha, tenemos que decir que es imposible. La concentración de capital es hoy más grande que nunca, los tiempos de la libre concurrencia y competencia no volverán nunca. Sabemos que la historia no tiene porque repetirse, pero, si observamos cómo resolvió la burguesía momentos similares en la historia, veremos con claridad que sólo lo pudo hacer por medio del ejercicio de la violencia y la guerra. Las anteriores dos guerras mundiales son el mejor ejemplo.
Las provocaciones de la OTAN, liderada por el decadente imperialismo norteamericano no nos indican que debamos pensar un escenario distinto. Incesantemente desde la caída de la URSS, han aumentado su política de agresión y expansión. La desesperación los lleva a ser cada vez más impulsivos; el golpe de estado neo nazi hace unos años en Ucrania y su escalada no dejó a Rusia otra alternativa que responder de forma defensiva.
Estados Unidos pudo evitar este conflicto muy fácilmente solo garantizando que Ucrania no iba a formar parte de la OTAN. Prefirió, sin embargo, arrinconar a Rusia a un escenario donde solo le quedaba la sumisión, o el ataque defensivo. Por esto responsabilizamos a la OTAN de la actual guerra y de lo que venga.
Aclaramos, no decimos esto, desde la ingenuidad de algunos sectores de la izquierda que levantan a China y a Rusia como progresivos, y hasta como defensores de la autodeterminación de los pueblos. No nos chupamos el dedo, pero sabemos identificar quien es el agresor. China es un estado obrero deformado profundamente, al que le quedan algunas conquistas de la revolución defendibles y Rusia dirigido por una burocracia que se convirtió en burguesía gracias a vender la revolución rusa. Tienen su agenda, y no es una que favorezca a la clase trabajadora, ni al movimiento de masas. Objetivamente se dirigen a disputar la hegemonía del capitalismo mundial, ni por asomo a destruirlo.
Por convicción, estamos a favor de dos tipos de guerra: Guerras de Liberación Nacional (tipo Vietnam) y guerras de clase donde el proletariado y las masas explotdas se proponen tomar el poder. Estamos, por lo tanto, en contra de la guerra imperialista, intercapitalista. Las disputas actuales no tienen que ver con los intereses de la clase trabajadora. En lo táctico, inmediato, exigimos el retroceso de la OTAN en el ex territorio sovietico, denunciamos a los que están buscando la guerra.
En lo estratégico, estamos convencidos de que el capitalismo nos dirige objetivamente hacia la confrontación, hacía la guerra. Conseguir parar la guerra es un triunfo, solo si nos sirve para ganar tiempo en la gran tarea de construir una dirección socialista revolucionaria que le permita a la clase trabajadora luchar por su propio programa, en lugar de ser carne de cañón de los burgueses que se pelean por la hegemonía total sobre los mercados.
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