La patentización de la semilla: el reflejo de una sociedad alienada
- Oscar Rivas
- 29 nov 2020
- 11 Min. de lectura
La patentización de la semilla: el reflejo de una sociedad alienada
Sin una semilla libre es imposible el establecimiento de la libertad humana
La patentización de la semilla: última fase de la privatización de la alimentación de la humanidad
Sometidos a la mayor crisis de la historia reciente, la humanidad se debate entera en medio de la decadencia de todos los ámbitos de su existencia, la crisis es el eje transversal en todas las áreas y pesa sobre las espaldas de la especie hasta la posibilidad abierta de su extinción. Cualquier actividad humana, ya sea artística, filosófica o bien, de producción de recursos, de materia prima, de productos para solventar la vida misma, es traspasada por esta crisis actual del sistema capitalista, crisis sin precedentes. Lo anterior, es llevado a un grado mayúsculo, cuando la propia fuente de energía, la adecuada alimentación para poder llevar a cabo la propiedad fundamental del ser humano, la de realizar trabajo y por lo tanto, realizarse a sí mismo como especie, es hoy, envenenada, patentiza y en control del gran capital, dejando desprovista a la humanidad del acceso a buena alimentación y sometiendo pueblos enteros a una dieta monolítica y que tiene el sello el muerte por donde se vea, desde el momento en que se da la actividad productiva hasta cuando llega a los estantes del supermercado. Es una cadena de sobreexplotación, negación de conocimiento comunitario, privatización del espacio y en conclusión, un ser humano, que no posee o tiene mínima energía vital para poder hacerle frente a la existencia; ni que decir de los trabajadores agrícolas que han perdido sus tierras, han visto como los despojan de su conocimiento y son los primeros que ponen el cuerpo para recibir todo el veneno y la destrucción de su propia actividad, en razón, de la simple existencia y no del goce de lo que la propia humanidad ha construido. De una u otra manera, se niega la vida, el ser humano es sometido a una muerte lenta y su capacidad productiva, así como el acceso a recursos, se ve disminuida en el mejor de los casos, a la sobrevivencia.
Lo anterior, se muestra en su cara más cruda cuando la tendencia es a profundizar la privatización de la alimentación en todas sus fases y esto es llevado al paroxismo en la patentización de la semilla. La semilla como punto de partida y de llegada de todo proceso alimenticio, es ya patentizada (privatizada) por los mismos capitales y burguesías que hoy son los productores de los venenos y los fertilizantes, lo mismos que han construido históricamente la dependencia de la pequeña y mediana producción campesina a la gran agroindustria; ésta, ha impuesto el modelo de la agricultura convencional, que ha alejado a la agricultura y a las comunidades del sentido de pertenencia a la tierra, ha llevado adelante la destrucción de suelo más grande registrada en la historia de la vida, ha agravado el rompimiento de los ciclos materiales y la relación con la naturaleza, destruye ecosistemas enteros y empobrece la salud de todos los organismos vivos, incluyendo al propio ser humano. Es una oda a la muerte. Costa Rica, y la clase en el poder responden a este gran capital imperialista. No es la excepción que estos quieran seguir esta dinámica de destrucción por el solo hecho de acaparar toda actividad productiva y aumentar la ganancia. Ahora imponiendo la ideología de que la agricultura puede entrar en lo que llaman la “cuarta revolución industrial”, que no es otra cosa más que terminar de borrar cualquier actividad autónoma del pequeño campesinado y cerrar el combo de dependencia a los grandes capitales.
La mercantilización de la semilla
La naturaleza y el trabajo, son las fuentes de creación de riqueza, y el capitalismo en su devenir de generar ganancia, acumular capital, profundiza su monopolización sobre todas las actividades humanas y recursos naturales posibles, sometiéndolos a la lógica de generación de capital. La semilla, en consecuencia, pasa el mismo proceso.
La semilla es el punto sobre el que la cultura humana, desde los principios de su historia, hasta nuestros días, basa el origen de su alimentación. Son estas la base fundamental del total de la alimentación y en el capitalismo, esta es mercantilizada. La condición esencial de la semilla en el papel que cumple en la vida de la humanidad, hace que su privatización, sea uno de los actos de ejercicio del poder por parte de la burguesía, más dañinos y perversos que se hayan registrado en la historia de la humanidad. Esta realidad, es manifestación de la situación actual del sistema capitalista, el cual empieza a rebasar los límites ecológicos, culturales y económicos que tiene la especie, debido a su fase de agotamiento.
La situación que va generar la privatización de la semilla, va ser la profundización del empobrecimiento del campesinado y la clase trabajadora rural. La posibilidad de la tenencia de la semilla, es de los últimos refugios de sobrevivencia de muchas poblaciones del planeta, y es además la garantía de sostener la alimentación de los pueblos incluso en períodos de crisis.
El agotamiento es tal, que hasta la parcela más pequeña, lo más básico y elemental que carga la humanidad para su sobrevivencia. algo tan pequeño como la semilla, es llevado al peor grado de barbarización y explotación. La lógica decadente del sistema toca hasta lo más básico para nuestra sobrevivencia.
La urgencia del gran capital por el dominio de la semilla es consecuente con el propio modelo que han impuesto al campesinado, que va desde su proletarización a la total dependencia del mercado. Los dueños de la agroindustria son los mismos dueños de las tierras, los que manejan los estados y aquellos que han acaparado todos los recursos y el espacio en sus manos. No es casualidad que el dueño de Microsoft, Bill Gates, esté hablando de la “revolución en la agricultura” y la Bayer se haya fusionado con Monsanto. La etapa imperialista actual del sistema capitalista se basa en la sobreacumulación de capital y de cuanto producto pueda generar riqueza para la humanidad.
Siguiendo el modelo de la agroindustria, ha sido borrado o al menos eso pretenden, cualquier rasgo de autonomía local y se han destruido tierras enteras dejando a la deriva al agricultor, debido al despojo y muerte de la riqueza biológica. Y es que, por la fetichización de toda actividad en el capitalismo, el resto de la población que no se dedica al trabajo agrícola no es consciente que este despojo no es solo para el que se dedica a la actividad de producir alimentos, representa uno de los mayores problemas para la humanidad entera.
La concepción burguesa del mundo, impone la visión del suelo visto como fábrica y la semilla como materia prima para la generación de capital. Es la instrumentalización de la naturaleza que ha llevado a los problemas ecológicos más graves de la historia natural y humana, a la extinción masiva de especies, a la pérdida de suelo fértil, a una humanidad enferma, al rompimiento, casi irreversible, con el metabolismo natural. La humanidad, mediada por el capitalismo, ha roto con los ciclos naturales y las leyes materiales, llevando a comunidades científicas enteras a hablar de la posibilidad de la desaparición del homo sapiens sapiens.
El afán de la clase en el poder de perpetuarse y de acumular más y más ganancia, se sustenta bajo la ideología de que el ser humano es aislado de la naturaleza y esta última es inerte, es un ente sin vida del cual solo extraen materiales y se puede generar capital. Es una concepción tan alienada e irracional, que bajo el concepto y la práctica de suponer que pueden ser dueños de la naturaleza, llevan a la destrucción a la propia especie de la cual forman parte y agotan los recursos por los cuales han llegado a tener los índices de acumulación de ganancia más altos de la historia de la humanidad.
La semilla como patrimonio de la Humanidad
La semilla, es el fundamento de la alimentación humana, sin esta no hay posibilidad de un acceso real a la alimentación, así como tampoco a la salud. Es esta la condensación de años de actividad en relación con el suelo y por lo tanto, la información genética para poder hacerle frente a cualquier adversidad, climática o de cualquier tipo. Si la semilla es privatizada, ésta realmente perderá su carácter de semilla, perderá su carácter de ser la condensación de la vida y pasará a ser un elemento de dominación para así someter más a la clase trabajadora rural y al poco campesinado que aún persiste.
Con la patentización de la semilla se pierde la diversidad biológica de la misma, se pierde el acceso a una buena alimentación y por lo tanto, lleva al deterioro de la salud de la humanidad entera. La diversidad, es la capacidad que ha generado la propia naturaleza para hacer frente a todas las “anomalías” que se presenten, si la misma, es borrada, acaparada, privatizada, se le quita esta capacidad y no solo quedamos como especie expuestos a una alimentación monolítica, lo cual construye un ser humano monolítico, sino, que se pierden años de lucha de evolución biológica, años de construcción de una semilla estable, fuerte, adaptada las necesidades productivas y ecológicas de la especie humana. Evolución, que el ser humano lejos de aprovechar por consecuencia del capitalismo, más bien se lleva a sí mismo y a todo el entramado ecológico en general, a un retroceso evolutivo.
En el caso de la semilla, como en muchos otros ámbitos y elementos de la vida, la diversificación ha sido complejizada por el trabajo humano, tanto el humano como en este caso la simiente, han ganado elementos para poder enfrentar todo lo que significa estar insertos en la inmensa complejidad que representa el mundo material. El humano, para poder tener mejor acceso a la comida, protegerse de depredadores, domesticó la semilla y esta entró en un proceso de diversificación creciente. Sin embargo, los procesos de dominación, de división de clase, han hecho que este producto del trabajo humano se vea reducido o bien, sea arrebatado, de los propios pueblos que con sus prácticas han dado con la protección y profundización de la diversidad biológica de la semilla, con el agravante, que en el capitalismo, lo que tenemos en nuestras caras y vivimos en nuestros cuerpos es el deterioro creciente de las condiciones materiales no sólo económicas, también ecológicas, y por lo tanto, el deterioro de la vida misma en su totalidad.
En tanto lo anterior, la semilla, como producto socio-natural es patrimonio de la humanidad. En el momento que esto se rompe, se niega toda la evolución cultural de la especie humana y se coloca, una cosa tan básica como la alimentación, en el simple concepto de mercancía. Animalizando a la especie humana, que ha luchado por tener mejores condiciones de vida a lo largo de su proceso evolutivo y poniendo por encima la ganancia a tal punto que la extinción puede estar más cerca de lo que creemos. Perder la semilla, es perder la base de una sociedad, es someter al grado más paupérrimo a la humanidad, es negarle la posibilidad a la especie de poder asentarse en el mundo, respetando los ciclos naturales, insertándose en ellos y complejizándolos con la cultura. Es negarse como especie.
Las semilla socializada es el punto de partida para su diversificación
La interrelación entre la especie humana y las semilla, las plantas, pasó a ser una relación simbiótica, que desplegó una multiplicidad innumerable de posibilidades de desarrollo genético de la semilla, en función de variables culturales, relacionadas a su vez, con variables ecológicas para el fortalecimiento de la semilla. Hoy en día, los cultivos y las semillas, son resultado del trabajo desplegado por la humanidad desde sus inicios, la domesticación de la semilla, trae inscrito la historia biológica y cultural, su interrelación más profunda. La semilla se nutre de la actividad humana entorno a esta, y el ser humano hace más rica su alimentación, se garantiza una semilla resistente y adaptada al clima y la nutrición particular de sus suelos.
Por esta misma realidad, la dinámica capitalista, -de la misma manera que la humanidad ha modificado la semilla para su sobreviviencia-, sumerge en sus formas, somete y domina la naturaleza en función de su instrumentalización para la generación de capital. Los criterios con los que se modifica la semilla privatizada, son criterios sometidos al mercado. La semilla se vuelve un resultado directo de las necesidades de la agroindustria. Su debilidad ecológica, su dependencia a la fertilización química, su vulnerabilidad de las variables particulares de cada localidad, el despojo de la autonomía sobre la siembra de los alimentos, muestran el momento en el que está el capitalismo, muestran la expansión más radical de la agroindustria por monopolizar de manera absoluta todo el proceso biológico de los cultivos, y por otro lado, imponer una determinada forma de hacer agricultura. La recuperación de la semilla pasa irremediablemente, por una transformación cultural profunda de la humanidad, que implica destruir la gran propiedad privada de la tierra, de la semilla, y de los recursos.
La semilla, su diversidad, su capacidad de adaptarse a variables climáticas, de ser almacenada de la mejor forma, de ser reproducida en función de su potencia ecológica y de necesidades humanas, implica que las relaciones políticas se transformen. La diversificación de la semilla, su tenencia en cada localidad, la semilla socializada, su intercambio constante, su mejoramiento y fortalecimiento, permiten la construcción de una riqueza alimenticia esencial para la vida de cualquier persona, permite la construcción de una seguridad y soberanía alimentaria a futuro, se construye una estabilidad ecológica para garantizar las necesidad humanas. La semilla es diversa en tanto la humanidad tenga la posibilidad de ser diversa en todas sus manifestaciones alrededor del mundo, pueda realizar sus conocimientos, pueda transformar la tierra, pueda reorganizar la producción de alimentos, para lo cual debe superar la propiedad privada; la propiedad privada priva la posibilidad del desarrollo científico sobre la agricultura, sobre las posibilidades y beneficios que tiene la tenencia de la semilla en manos de los pueblos rurales, del campesinado, de la sociedad en general, y esta realidad lleva a la pobreza alimentaria que ofrece el paradigma de la agroindustria. La posibilidad de que la potencia ecológica de los cultivos necesarios para la sobrevivencia de la especie humana se despliegue y se garantice una armonía entre el ecosistema y la agricultura, descansa en una transformación de las relaciones políticas, económicas y culturales de la propia especie.
La necesidad de otro programa, otra propuesta
El rescate de la semilla, del patrimonio de la humanidad es sólo posible bajo premisas políticas y hay que apuntar a un ecologismo que no se vea aislado del sistema social imperante por demás, agotado, como se ha expuesto a lo largo del artículo. Un ecologismo socialista (lo cual nos parece una redundancia) que lleve adelante un programa de clase que rompa con el esquema del capital imperialista industrial, financiero y agrícola, un programa mínimo de transición al socialismo que pasa por:
Romper con el modelo de agricultura convencional, por una agricultura orgánica socializada.
Romper con el modelo de inversión extranjera directa.
Impulso al pequeño y mediano productor.
Cadena producción-comercio manejada desde los mismos campesinos y obreros. Es necesaria la transformación del CNP en una empresa estatal-democratizada, lo que significa que va ser directamente manejada por las comunidades productoras de alimentos, clase trabajadora rural, campesinado, y las y los trabajadores del CNP. Esto en función de garantizar la distribución, intercambio y abastecimiento de alimentos a todo el país. Lo cual va permitir llevar un control real de las necesidades y demandas de la producción agrícola y de las necesidades de consumos de la población, ir rompiendo la sobreproducción y especulación de los alimentos, para asegurar su calidad y su producción de una manera racional y planificada de acuerdo a las necesidades reales.
Semillas en manos de las comunidades.
Asistencia científica por parte del Estado en función de potenciar la autonomía y soberanía alimentaria. Impulso a la extensión universitaria y la comunidades científicas de las mismas para brindar ayuda técnica al pequeño productor y a la comunidades.
Moratoria de las deudas y con esos fondos impulsar el mercado interno y la transición hacia una economía comunitaria, con su respectiva actividad agrícola bajo el modelo orgánico.
Impulso estatal a todo pequeño productor que quiera hacer la transición hacia la agricultura orgánica.
¡La semilla y el ser humano sólo serán libres en una sociedad socialista!
Álvaro Rivas
Óscar Rivas
Agricultores orgánicos /
Miembros del NSR-CR
Comments