Eta y una vez más: la necesidad de un nuevo urbanismo.
- Oscar Rivas
- 15 nov 2020
- 7 Min. de lectura
Eta y una vez más: la necesidad de un nuevo urbanismo.
El huracán “Eta” ha causado daños irreparables en muchos de los países de América en las últimas semanas. Lo cual, abre de nuevo la discusión, si bien teórica, pero con alcances prácticos de la denominación de “desastre natural”. ¿"Desastre natural"? Se pone el entrecomillado, porque aseverar este, como solamente “desastre natural”, no es más que un argumento ideológico a favor del capital, es fetichismo alrededor de todo lo que genera la relación del ser humano con la naturaleza mediada por el sistema capitalista. Es esconder, dar la apariencia que la forma en que se organiza el sistema actual no tiene nada que ver con un “desastre natural”, este se coloca como algo aislado de la sociedad y es visto casi como un ser divino o fantasmagórico, así como lo veía la humanidad en sus primeras etapas evolutivas.
Malthus, en algún momento planteó que la sobrepoblación tenía que ser eliminada debido a que la relación población-recursos estaba desequilibrada, lo que escondía esta afirmación es que naturalizaba la geografía tal y como estaba (está) dentro del sistema capitalista y no ponía en cuestión la raíz de la ideologización de llamar sobrepoblación al aumento de la misma. Claro está, bajo la relación de recursos-población dentro de los marcos del capitalismo, es imposible no hablar de sobrepoblación, máxime que la riqueza de todo tipo se mantiene acumulada. De esta misma manera se da el tratamiento del tema de lo que suelen llamar: “desastres naturales”.
¿No tiene ninguna relación en cómo está distribuido el espacio con la afectación que generan los “desastres naturales” y este caso particular con lo que generó ETA? ¿No hay relación entre la propiedad privada de la tierra y aquellos que viven en condiciones de riesgo de vida (población enteras a la orilla de los ríos y con poco o nulo acceso a servicio básicos)? ¿No existe ninguna relación entre la contaminación creciente y devastadora (ecocidio) que genera el sistema capitalista con los “desastres naturales”? ¿No hay relación de los “desastres naturales” en la creación de los mismos y la afectación de estos a la sociedad con la forma alienada de relacionarnos con la naturaleza (la instrumentalización de la naturaleza? ¿Serían igual las consecuencias si las comunidades, fábricas y en general las actividades diarias estuvieran controladas por quienes las realizan (clase trabajadora)? El fetichismo es tal que se quiere naturalizar la economía irracional que hoy nos lleva a la autodestrucción.
El término “desastre natural” naturaliza la relación con el espacio tal y como está, y con el espacio nos referimos, tanto a cómo se distribuyen los bienes como a quienes son su dueño y acá, esto último habla de que el espacio se construye y se es activo en el mismo o bien, se impone la lógica de que simplemente la humanidad es una usuaria del mismo, en el mejor de los casos. Así como el capital se concentra en pocas manos, el manejo del espacio se hace de la misma manera de forma concentrada, para responder a las necesidades del mismo, de ahí las grandes ciudades y la concentración de recursos.
Esta urbanización capitalista trae por un lado la falta de recursos para lo considerado la “periferia”, lo “rural” y por el lado de la urbanización creciente, la gran ciudad, una relación mucho más alienada con la naturaleza donde las prácticas son los menos armoniosas para/con la misma generando gran contaminación, eliminación de la flora y la fauna y destrucción de todo el ecosistema en general, se rompe totalmente la relación ecológica.
Agregado a lo anterior, tenemos la concentración de la tierra en manos del capital, por lo que en las zonas urbanas, las mejores tierras para habitar están en manos del comercio o bien son comercializadas siendo accesibles solamente para la clase media y la clase media alta; además, de grandes edificios de apartamentos vacíos, lo cual demuestra, aún más, la irracionalidad del capitalismo, y que son simplemente estructuras que le sirven al lavado y al capital financiero parasitario. Los demás, son desplazados a “tugurios” o se ven obligados a construir en los peores terrenos para la propia sobrevivencia. Es lo que llamaba Agamben, la “vida desnuda”, vida totalmente despojada de cualidad, de significancia y prácticamente animalizada, negando todo lo construido por la humanidad y por lo tanto, el ser humano negándose a sí mismo.
Las comunidades están desarrolladas en función de la actividad comercial y es poca o nula la injerencia que tienen sobre el territorio en que habitan. La tierra no es comunal, ni estatal (y si lo es, responde a los intereses de la clase dominante) sino privada, por lo que en caso de una emergencia de cualquier tipo la prevención es mínima y depende de entes externos de los cuales no tienen ningún control, se deja de lado todo criterio científico y se toma como consigna: “debemos estar a expensas de lo que genere la naturaleza”, es una vuelta al paleolítico, pero ahora con un agravante, no hay acceso a los recursos y la devastación ambiental tiene signos mayúsculos. Por lo tanto, estamos ante la alienación no solo con respecto a la relación con la naturaleza sino también con respecto a donde se habita, no se es ni siquiera dueño del “nicho” para desarrollarse como especie.
Entonces ¿son los desastres “naturales”? en un sentido sí, en que devienen de la naturaleza, pero para que sean desastres hay todo un entramado social que se los facilita, es un fenómeno natural convertido en un “desastre social”. La relación espacio-recursos-sociedad es una relación mediada por la alienación al capital y es esta la raíz de una mala planificación y de la irracionalidad en la economía (en términos marxistas: manejos de bienes, relación con la naturaleza y otras especies) que lleva a las consecuencias nefastas de no poder afrontar un fenómeno natural de una manera racional y planificada. ETA lo comprueba y hace visible como los gobiernos burgueses tienen incapacidad de respuesta, pero además, como el concepto de “gran ciudad”, lo que reproduce es la acumulación de ganancia y el no manejo del espacio.
Estamos ante una política urbana necrófila que destina a la muerte a la gran mayoría de la clase trabajadora no solo en el espacio de su trabajo, sino también, donde los condena a vivir; aísla a quienes habitan los territorios de las decisiones sobre los mismos y en el caso de la periferia a no contar con los servicios y recursos para hacerle frente a cualquier emergencia. Las zonas rurales o bien donde no se concentra el capital están aún más a expensas de sufrir consecuencias, ya que ni siquiera poseen las facilidades de la ciudad en términos de acceso a servicios. En términos filosóficos están en el “no ser” ya que el ciudadano es aquel que pertenece a la ciudad, a la modernización capitalista, los demás, son despojados de la vida. Hay que levantar el derecho a la ciudad, pero para esto, paradójicamente, tiene que morir la gran ciudad y volver, con todos los criterios científicos, a las pequeñas comunidades, pero ahora con todas las facilidades que brinda la ciudad. Pequeñas ciudades donde se maneje el excedente de productos, los desechos sean reutilizados, la agricultura sea comunitaria y bajo parámetros orgánicos, el transporte por antonomasia sea la bicicleta, esto porque ya no se va a ocupar de grandes desplazamientos, las tierras estén socializadas y en manos estatales, se impulse el mercado interno para que todo quede dentro de la comunidad y que las decisiones sean tomadas por los mismos que utilizan el espacio y trabajan la materia.
Para los socialistas la única manera de hacerle frente a un fenómeno natural y que este no traiga consecuencias nefastas es con una economía planificada, en términos geográficos de manejo del espacio, en función de la vida y no del capital. Un manejo del espacio no enfocado en la sobrevivencia, donde los que no poseen capital o no se ubican en los estratos altos de la sociedad, tienen que vérselas como salir vivos todos los días y ante cualquier llamado “desastre natural” quedar desamparados.
Para esto hay que socializar la tierra y ponerla en función de las comunidades y que sean ellas mismas las que la manejen bajo el criterio de no irrumpir en la totalidad, abolir la concentración de recursos y distribuirlos de forma que estén apegados a criterios de suelo, población, actividad económica acorde a la zona y transporte armonioso con la naturaleza. Tierra para quién la habita y quién la trabaja en manos estatales bajo control social.
Hace falta un nuevo concepto de cuidad que reconozca la relación más armoniosa que mantiene el “campo” con la naturaleza, pero que no deje de tener la facilidad en lo que respecta a los servicios, donde el espacio de trabajo quede en la misma comunidad para que esta lo efectúe y no tenga que trasladarse, así ir destruyendo el concepto de “gran ciudad” y desnaturalizar como relación única, la relación de los seres humanos con la naturaleza dentro de un sistema agotado que lo que produce es destrucción del espacio ecológico y por lo tanto, de la especie humana misma. Ser conscientes, que los límites de la materia, son los límites de nuestra propia especie y si no seguimos sus leyes, estamos condenados a desaparecer.
Los fenómenos naturales se convierten en desastres y seguirán devastando el planeta entero si no tomamos como criterio principal la relación económica-social-natural que en este momento tenemos, mediada por la mercantilización de la vida misma, por el despojo de la vida. Ni siquiera es posible hablar ya de fenómeno meramente natural porque el cambio climático ha generado desordenes impensables que llevan a muchos de los fenómenos “naturales” que hoy estamos viendo. Todo lo anterior, nos lleva a una sola afirmación: se ocupa un nuevo concepto de urbanismo, de cuidad, a favor de la vida y no del capital, porque no es una utopía es una necesidad, ocupamos de la unidad dialéctica campo-ciudad, en pequeñas ciudades o bien, para re-semantizar el término, de pequeñas comunas que se asocien conformando la totalidad. Ocupamos de un nuevo tipo de sociedad: una sociedad socialista.
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